¿POR QUÉ NOS COMPORTAMOS COMO NOS COMPORTAMOS?
- Dani Palacio
- 27 jul 2023
- 5 Min. de lectura

Para responder esta pregunta, es fundamental comprender cómo funciona a nivel biológico nuestro cerebro y entender cómo se ha estructurado desde el punto de vista evolutivo. El neurocientífico Paul MacLean desarrolló la teoría del cerebro triuno, que explica cómo el cerebro humano se compone actualmente por la superposición evolutiva de tres cerebros: el cerebro instintivo o reptiliano, el cerebro emocional o sistema límbico y el cerebro cognitivo-ejecutivo o neocorteza. Estos cerebros no trabajan de manera independiente, sino que todo el tiempo están intercambiando información y funcionan como redes neuronales.
El cerebro reptiliano es el más antiguo y primitivo (5% del volumen cerebral), y se encarga de las funciones básicas de supervivencia, como la respiración, la circulación y la digestión; además, controla los instintos de lucha o huida. El sistema límbico (10% del volumen cerebral) es el centro de las emociones, y está relacionado con la memoria, el aprendizaje y el comportamiento social. El neocórtex (85% del volumen cerebral) es la parte más grande del cerebro, y se encarga de las funciones cognitivas superiores, como el pensamiento, el lenguaje y el razonamiento.
Los tres cerebros trabajan juntos para mantenernos vivos y saludables. El cerebro reptiliano nos ayuda a sobrevivir en el mundo físico, el sistema límbico nos ayuda a relacionarnos con los demás, y el neocórtex nos ayuda a pensar y razonar.
Pese a que el neocórtex es la parte más grande del cerebro, no tiene tanto poder como el sistema instintivo emocional para controlar nuestra conducta. Por ello, en ocasiones podemos tener comportamientos impulsivos y luego nos arrepentimos. Existen varias razones por las cuales nos comportamos de manera impulsiva, automática e inconsciente. A continuación se hará un pequeño recorrido por el proceso de desarrollo cerebral para explicar estas razones.
El cerebro de un niño se desarrolla rápidamente desde el nacimiento hasta los cinco años. En los primeros tres años, el sistema instintivo emocional es el que más se desarrolla. Esto significa que los niños pequeños están guiados por sus emociones y por sus necesidades básicas de hambre, frío, sueño, amor y seguridad. En este momento, los niños necesitan la orientación de los adultos para ayudarles a aprender a controlar sus impulsos y a gestionar sus emociones.
Alrededor del tercer año de vida, el cerebro racional comienza a desarrollarse. Esto significa que los niños comienzan a ser capaces de pensar por sí mismos y de tomar decisiones. Sin embargo, los lóbulos prefrontales, que son responsables de las funciones ejecutivas como la planificación, la resolución de problemas y el autocontrol, aún no están maduros hasta los 20-25 años. Por lo tanto, los niños pequeños todavía necesitan la orientación de los adultos para ayudarles a desarrollar estas habilidades. Los adultos funcionarán como modelo para aprender a gestionar sus emociones y la conducta impulsiva.
La función principal de nuestro cerebro es asegurar la supervivencia. Viene preparado para responder y sobrevivir a situaciones donde un animal podría atacarnos. A día de hoy, el estrés se genera por cualquier situación (real o imaginaria) que el cerebro interpreta como amenazante tanto como para la integridad física como para la identidad. Así, sucesos como un examen, llegar tarde, exponerse, entre otras situaciones, se ingresa la información a través de los sentidos hasta el tálamo, estructura cerebral encargada de calificar la experiencia como positiva, negativa o neutra.
Cuando el cerebro interpreta una situación como amenazante, se activa una alerta que desactiva los lóbulos frontales (encargados de la planificación, el razonamiento y el pensamiento). Esto deja que el sistema instintivo emocional tome el control y lance respuestas tipo ataque o huida. Sin embargo, si durante esos momentos podemos tomarnos unos minutos para respirar y permitir que la información llegue al lóbulo prefrontal, donde se puede evaluar y modular, podemos dar una respuesta consciente y reflexiva.
Por otro lado, cuando se interpreta una situación como placentera, se activan otras áreas, incluyendo el núcleo accumbens, la cual está relacionada con el sistema cerebral de búsqueda y obtención de recompensas, que también es vital para garantizar nuestra supervivencia. De este modo, cuando un evento se interpreta como placentero, se genera la necesidad de repetir la conducta.
Así, tenemos dos tipos de conducta, la conducta reactiva o defensiva que viene gobernada por el sistema instintivo emocional (amígdala en caso de situación amenazante y núcleo accumbens en caso de placer), conducta que se caracteriza por ser inconsciente, impulsiva y automática que nuestro lóbulo prefrontal izquierdo muchas veces justifica a fin de mantener la coherencia entre lo que hacemos y lo que pensamos. El segundo tipo de conducta, es producida por la corteza cerebral, y nos brinda una respuesta humana racional, reflexiva y ponderada.
Es fundamental tomarnos un momento para reflexionar sobre nuestras respuestas más frecuentes ante situaciones amenazantes o placenteras. Al aumentar nuestra conciencia sobre cómo nuestra mente guía nuestros comportamientos y decisiones, adquirimos la capacidad de elegir si deseamos mantener esas conductas o si preferimos buscar estrategias que nos permitan responder de manera más consciente. Al hacerlo, podemos potenciar nuestra capacidad para tomar decisiones más informadas y alineadas con nuestros valores y metas, lo que nos conducirá a un crecimiento personal y una mejor calidad de vida.
Aquí encontrarás algunas estrategias que nos pueden ayudar para mejorar nuestra capacidad de respuesta ante situaciones donde se activa rápidamente el sistema instintivo emocional:
Tomate un tiempo para que la emoción baje y la información pueda llegar a los lóbulos prefrontales. Esto puede implicar hacer ejercicios de respiración, salir a caminar o esperar unos días (dependiendo de la activación emocional) y volver sobre la situación.
Identifica los patrones emocionales recurrentes. Observa si ciertas situaciones desencadenan respuestas emocionales similares en ti. Concienciarte de estos patrones te permitirá anticipar y gestionar mejor tus emociones en el futuro.
Practica técnicas de relajación y mindfulness para reducir el estrés y la reactividad emocional. Estas prácticas te ayudarán a desarrollar una mayor consciencia en el momento presente y a tomar decisiones más conscientes. Puedes intentar actividades como meditar, mantener la atención en la respiración, pintar, tejer, caminar al aire libre y contemplar el paisaje, entre otras actividades que te generen sensación de bienestar.
Referencias:
Damasio H, Grabowski T, Frank R, Galaburda AM, Damasio AR. The return of Phineas Gage: clues about the brain from the skull of a famous patient. Science. 1994:264:1102-5
Gazzaniga MS. ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro. Barcelona: Paidós Ibérica; 2012.
Dani Palacio
Coordinadora de Talento Humano y Cultura Organizacional.
Psicóloga - Especialista en Gerencia del Talento Humano.
Cuento con experiencia liderando procesos de talento humano, me apasionan los temas de salud mental en las diferentes esferas de desarrollo del ser humano. Los entornos laborales son entornos psicosociales, las relaciones interpersonales permiten cargar de valor y sentido tanto la vida laboral como la personal. Entender, desarrollar y gestionar estas dinámicas psicosociales, permitiendo crear una sociedad mejor es un reto y responsabilidad que me apasiona asumir.
En mis tiempos libres disfruto de la compañía de mis seres queridos, practico yoga y me gusta patinar.